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Una historia que habla de lo GRANDE que es la medicina en Argentina Imprimir
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Domingo, 23 de Febrero de 2020 10:11
Era sábado a la noche, y Pablo Zancolli, cirujano de mano y miembro superior de la Fundación Favaloro, estaba por comer en su casa junto a su pareja. Pero sus planes cambiaron de manera abrupta cuando miró la pantalla de su celular. 
 
Tenía una llamada perdida de Diego Piazza, un colega de la misma especialidad que trabaja en el Sanatorio de La Trinidad de Palermo. A su vez, este profesional había recibido un llamado de Ernesto Varone, del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, que, por su parte, tenía un mensaje de un colega que estaba de guardia.
 
El motivo de esta cadena telefónica era solo uno y urgente: Ramiro, un niño de Bella Vista de tan solo seis años, había llegado al Gutiérrez con un tercio de su brazo amputado. Esa tarde había tenido un accidente con un secarropas en su casa, Fué llevado en primera instancia Al Hospital Central de BV en donde por la gravedad del cuadro lo trasladan de urgencia al Hospital Larcade donde se estabiliza al paciente se envuelve con paños húmedos y hielos y se decide trasladar al "gutierrez"., llegó a la Capital. Al verlo entrar, los médicos de guardia del hospital comenzaron a llamar a sus colegas que tenían franco, tanto a los del institución como a los externos. El chico necesitaba un reimplante, una operación de alta complejidad que solo puede ser realizada por quienes hacen microcirugías, pero no había ninguno presente esa noche. A esto se sumó la urgencia: según los especialistas, cuanto más tiempo pasa, la posibilidad de que la persona amputada muera aumenta significativamente.
 
Enseguida, Zancolli tomó su instrumental, pasó a buscar a Piazza y manejó hasta el Gutiérrez. Cuando llegaron, el niño ya estaba en el quirófano, junto con Varone; Marcelo Frosh, cirujano vascular del Hospital Durand, y los cirujanos de guardia.
 
El hecho ocurrió el 8 pasado, pero se conoció recién hoy, después de que la cuenta oficial de la Asociación de Profesionales del Hospital Gutiérrez subió un hilo de publicaciones a Twitter para relatar la proeza. Según Varone, que es el jefe de del Equipo de Miembro Superior y Mano del hospital, la operación fue un éxito. "El chico está fantástico. Ahora estamos esperando que los nervios se regeneren y se suelden los huesos. Por suerte no se infectó", contó a LA NACIÓN.
 
Sin embargo, el médico resalta que el éxito de la intervención se debió, en parte, al azar. "De casualidad, llamé a Zancolli y a Piazza, quienes a veces operan conmigo en el Gutiérrez, y estaban disponibles. Si no llegaban a estarlo, íbamos a intentar la operación de todas formas, pero el riesgo era mucho mayor", dice. Según cuenta Varone, la participación de estos dos médicos, que son especialistas en reimplantes, fue indispensable: "Ellos son los que están más entrenados para este tipo de cirugías y, por lo tanto, lo hacen más rápido. El tiempo era fundamental. La amputación era riesgosa: se le habían cortado las arterias", explica.
 
"Por lo general, en un macro reimplante, el primer riesgo es que se desangre el paciente. Una vez que esto ya está estabilizado, hay que intentar que el tiempo de isquemia, es decir el período en que la extremidad está separada del cuerpo, sea el menor posible", dice Varone. Según explica, cuanto más tiempo pasa, mayor es el riesgo de que el miembro amputado produzca toxinas que terminen siendo un riesgo serio para la vida del paciente. "Es una operación larga y, a la vez, no pueden pasar más de seis horas desde que ocurrió el accidente", indica.
 
"El reimplante se hizo porque había gente dispuesta a ayudar, a pesar de que no le paguen", opina Varone. Sin embargo, según él, siempre se ve este tipo de colaboración desinteresada entre médicos. "Es parte de nuestra vocación. Cuando ocurrió el atentado de la AMIA, nos quedamos todos de guardia por las dudas. En Cromañón fue igual", cuenta.
 
Por: María Nöllmann
  Una historia que habla de lo GRANDE que es la medicina en Argentina