“El Chacal” de Giles: mató a su familia e inspiró a los Cadillacs Imprimir
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Sábado, 16 de Mayo de 2020 10:08
La historia de Luis Iribarren se conoció en 1995 y conmocionó al país. Hoy sigue preso pero está cerca de la libertad.
 
Hacía algo más de un mes que Diego Maradona y compañía habían levantado la Copa del Mundo en México y San Andrés de Giles era, como lo sigue siendo hoy, una ciudad de campo tranquila y rodeada de encantadores pueblos. “Mi familia se fue a vivir a Paraguay”, repetía Luis Fernando, quien aseguraba ante los vecinos que las deudas lo habían complicado todo. Nadie dudaba de esa versión. No había por qué hacerlo.
 
Lejos de la época de teléfonos celulares e Internet, hasta 1995 no hubo noticias de su padre Luis Juan (49); su mamá, la maestra Marta Langevin (42), y sus hermanos, Marcelo (15) y María Cecilia (9). Fue ese año, cuando apareció el cuerpo enterrado de Alcira (59), tía de Luis Fernando y hermana de su papá, que se conoció la verdad de una historia macabra. Luis Fernando Iribarren, hoy de 55 años, la había matado. Él lo confesó. Pero también hizo un relato escalofriante de lo sucedido una década atrás: había asesinado a toda su familia. No estaban en Paraguay escapando de un prestamista que los perseguía, sino enterrados en una fosa común, a metros de un chiquero, en una casa de campo que tenían en la zona rural de Tuyutí, a 20 kilómetros de la ciudad.
 
“El Carnicero de San Andrés de Giles”, como lo bautizaron a nivel local, llegó rápidamente a las primeras planas del país y hasta Los Fabulosos Cadillacs le dedicaron un tema. Hoy Iribarren, con 24 años ininterrumpidos en la cárcel, está cerca de recuperar la libertad. Está en el penal platense de Gorina, a punto de recibirse de abogado y casado. Por su condena a reclusión perpetua (25 años), esto último no suma a su favor ante la Justicia. “El Chacal”, como lo apodan, saldrá pronto y probablemente vuelva a Giles, donde figura su domicilio.
La tapa de Clarín el día después de que se descubrió el caso.
 
El inicio del final
 
Los vecinos Alcira Iribarren, una jubilada de 65 años que vivía en la casa de la calle Cámpora en Giles, estaban preocupados. Hacía varios días que no la veían y sólo tenían contacto con su sobrino. “Está muy enferma y la llevé a un hospital de Buenos Aires”, dijo primero. “Falleció, no pudo con el cáncer”, agregó poco tiempo después. A nadie le cerraba, y un llamado telefónico el 31 de agosto de 1995 a la comisaría fue el inicio del final para uno de los mayores asesinos múltiples de la historia del país.
 
Cuando la Policía ingresó a la vivienda, el olor ya anticipaba lo peor. Alcira estaba muerta, pero no por una enfermedad sino por dos hachazos que le partieron el cráneo. Habían excavado un pozo en el patio recientemente y el cuerpo estaba tapado con una sábana.
 
Ante el comisario, Luis Fernando confesó. Hizo referencia a la supuesta enfermedad de su tía y contó: “Quería ayudarla a terminar con su sufrimiento y procedí a asfixiarla pero como no pude busqué otra forma. Recorrí la casa y encontré el hacha. Le pegué dos golpes en la cabeza”. Sin embargo, en medio de la declaración, quien durante varios meses siguió cobrando la jubilación de docente de su tía, lanzó una frase que no pasó desapercibida. “No tuve el coraje de dispararle a mi tía con el arma porque me acordé de lo que les había hecho a mis padres y a mis hermanos, y no soportaría hacerlo de nuevo”, aseguró.
 
Viaje en el tiempo
 
Iribarren era un mitómano. Sus contradicciones hicieron que los investigadores pusieran en duda sus relatos más de una vez, inclusive que había matado años atrás a parte de su familia. Pensaron que era una estrategia para ser declarado inimputable por el crimen de su tía. No obstante, luego de tres meses de búsqueda en el campo, integrantes del Servicio Especial de Investigaciones Técnicas (SEIT) de la Policía hallaron los cuatro cadáveres en una fosa común donde antes existía un chiquero. Corría el 15 de noviembre de 1995.
 
Ante el juez de instrucción, Luis Fernando no tuvo reparos y contó que los mató porque “les tenía bronca”. Tiempo después en el juicio, casi no habló y sólo se limitó a tomar notas. Pero en su momento, recordó la trágica noche de Tuyutí. A la madrugada y tras mirar la lluvia durante horas, ingresó a la vivienda y fue directo a buscar una carabina calibre 22 que utilizaban para cazar vizcachas.
 
Primero fue a la habitación donde dormían sus padres y la hermana menor: los mató a tiros y golpes. Dijo que disparó con los ojos cerrados. Salió otra vez al patio, fumó, entró a la habitación donde estaba su hermano de 15 años y le disparó dos veces. “Me senté en la cama, le cerré los ojos y le dije: Negro, ¿por qué te hice esto si yo te quería?”, contó fríamente.
 
“Omnipotente, narcisista y paranoide”. Así lo definieron ocho peritos psicológicos y psiquiátricos en el juicio que lo condenó en agosto de 2002. La Sala III de la Cámara de Mercedes lo sentenció a la pena de reclusión perpetua más la accesoria de encierro por tiempo indeterminado, por los cinco crímenes. Mientras su condena está a meses de cumplirse, Iribarren pasa sus horas entre la celda del sector B y las actividades que le permite el régimen en la cárcel de Gorina. Allí, donde no hay paredones y los internos pueden estudiar, está el criadero de porcinos más importante que tiene el Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB). Vaya paradoja de la vida para “El Chacal”, que enterró a su familia en un chiquero en un campo de Giles.
 
"El Chacal" permanece en la cárcel de Gorina, pero es probable que salga pronto. 
 
“Olor a almizcle, el joven lame el cristo de la calavera. Sueño malo, ojos verdes, masacre de San Andrés de Giles”, canta Flavio Cianciarulo en el tema “El carnicero de Giles – Sueño”, del rupturista álbum Fabulosos Calavera, de Los Fabulosos Cadillacs. Más que sueño, su historia se convirtió en una pesadilla en el tranquilo pueblo bonaerense. (DIB)
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