Quiénes son las cinco mujeres sub-40 que le están cambiando la cara al campo argentino. Sofía Imaz, Julieta Toffoletti, Alicia Rodich, Magalí Gutierrez y Cecilia Fermoselle son ejemplos de la nueva generación que está pisando fuerte en el agro.
Hoy se celebra un nuevo aniversario del Día Internacional de la Mujer Rural desde que fue establecido por la Asamblea General de la ONU en 2007. Y en Argentina cada vez sobresalen más por su dedicación, conocimiento y fundamentalmente, su coraje.
Clarín Rural homenajea a las mujeres describiendo cinco casos de jóvenes que con su impronta están dejando su huella en el sector agropecuario.
Sofía Imaz – 33 años
Sofía Imaz, una joven emprendedora de 33 años que durante el 2016 decidió abrir su propio tambo en Coronel Suárez, en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires, mucho con esfuerzo y dedicación ya que la lechería viene atravesando momentos muy difíciles desde hace varios años, y así, continuar de lleno con la actividad que tanto la apasiona tras el cierre del establecimiento donde estaba trabajando.
Según comentó, comenzó sin capital para invertir en la actividad y arrendando el campo, el tambo y las vacas, y ya tiene en ordeñe en 250 vacas produciendo 6.000 litros al mes basado en un tambo pastoril.
Sofia Imaz, junto a su perro y los vacas lecheras en su tambo ubicado en Coronel Suárez.
Buscando dónde comenzar a desarrollarse profesionalmente, consiguió empleo en un tambo en la localidad de Rivera. Sin pensarlo, aceptó a pesar que no tenía experiencia en este sector.
Allí, donde estuvo trabajando un año, comenzó a “tomarle el gustito”, que según su pensamiento, la lechería es una actividad más dinámica que otros sectores relacionadas al campo.
Viendo que estaba estancada en el tambo de Rivera, sin horizonte para crecer, tomó la decisión de irse. Y consiguió empleo en Malal-co, un tambo situado en Coronel Suárez que era explotado por una empresa oriunda de Tandil. Ahí, ya con experiencia bajo su lomo, tomó las riendas del establecimiento.
Pero el alerta llegó en octubre del año 2015 cuando la empresa de Tandil comenzó a negociar la renovación del alquiler del campo. Finalmente, en diciembre el tambo le puso punto final a la actividad y cerró las puertas. Y la decisión parecía que no era la mejor.
Sofía, a la izquierda, junto a Clara Bejarano, encargada de la guachera, de la inseminación y atendía la recría y los partos.
Este contexto adverso, para Sofía fue la oportunidad de su vida. “Mi idea era alquilar el tambo y las vacas. Sabía que iba a funcionar porque quedaba la estructura y las pasturas sembradas. Lo único que necesitaba era alguien que tuviera ganas de invertir para poder seguir con el tambo”, relató.
Sin embargo, no estuvo sola. Clara Bejarano, quien trabajaba junto a Sofia en la empresa en Malal-co siendo la encargada de la guachera, de la inseminación y atendía la recría y los partos.
Actualmente, mantiene la cantidad de animales en ordeñe (250) pero está cambiando la genética de las vacas. Las sigue alquilando a las vacas pero se enfocó en la raza Jersey.
“Entre los años 2018 y 2019 invertí en vacas, cambiando la genética. Porque la vaca Jersey es la que mejor se adapta al sistema pastoril y busco muchas vacas por hectáreas para hacer intensivo el tambo. Además, busco kilos de sólido en vez de litros de leche” Hoy tiene 130 vaquillonas en el tambo pero no se están ordeñando por su edad (hay que esperar que cumplan dos años de vida“Por situaciones de país y del tambo, los años anteriores tuvo que vender las vaquillonas y recién este año las pudo aguantar porque hay que darles de comer y no generan leche”.
Julieta Toffoletti – 33 años
Julieta Toffoletti, nacida en La Plata, tiene 33 años y fue la organizadora de Agrónomas Argentinas, una red de jóvenes que busca conocer y ayudar a otras mujeres para potenciarse.
Su pasión por el campo comenzó desde muy chica, ya que su familia tenía campos en Gualeguaychú, Entre Ríos. En un primer momento estudió ingeniería química en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y no le gustó. Decidió cambiar de carrera y comenzó a estudiar ingeniería agronómica también perteneciente a la misma universidad..
La pasión de Julieta Toffolett es la ganadería de precisión.
Julieta terminó la carrera en 2017 y pasó por varios trabajos mientras cursaba sus estudios facultativos. Primero, en un vivero de La Plata, luego pasó por una empresa de producción ganadera, el sector que más le fascina a Julieta.
Pero por cuestiones personales renunció y a principios de 2019 se fue a Europa a buscar trabajo segura de que iba a encontrar mejores oportunidades laborales. Pero la experiencia no fue tan buena como planeaba porque era difícil conseguir trabajo relacionado al agro.
Un día decidió volverse a la Argentina mientras que desde el viejo continente seguía enviando currículums en el país. “Tenía muy pocas respuestas. En un momento dije basta porque me dedicaba a enviar currículums”, explicó. “Siempre buscaba colegas para seguir en contacto. Por eso fundé Agrónomas Argentinas sabiendo que muchas chicas estaban en mi misma situación”, explicó.
El objetivo de esta red es potenciarse entre las colegas y armar equipos (si se puede) y darlos a conocer. Hoy, esta organización cuenta con 110 chicas, comunicadas principalmente por las redes sociales y viene creciendo.
Vacunando animales en la manga
“No le veo el límite a esto. Podemos hacer muchas cosas a partir de acá”, dijo describiendo que ya se han lanzado proyectos hortícolas y agroforestales.
Alicia Rodich – 35 años
Alicia Rodich tiene 35 años y trabaja en la localidad chaqueña de Las Garcitas. Heredó los campos de su padre que estaban casi abandonados y con dedicación, conocimiento y coraje, está saliendo adelante. Es asesora, hace agricultura y ganadería en su propio campo y realiza labores agrícolas a terceros.
Una vez que se recibió de ingeniera agrónoma en Corrientes, su primer trabajo fue en el Ministerio de Producción de Chaco. Allí estuvo 7 años pero sentía que no era su lugar. Luego del fallecimiento de su tío en 2016, su padre (quien tenía la empresa en sociedad) le pidió que se hiciera cargo del campo y en 2017 decidió renunciar al organismo provincial y meterse de lleno en los lotes.
En la actualidad, trabaja en 600 hectáreas donde produce los principales cultivos (cuando el clima lo permite) y 60 hectáreas dedicadas a la cría y recría de animales, donde tiene 600 cabezas de ganado y su producción se basa en 100 potreros rotativos de 70 metros por 110 metros.
Cuando su padre le dejó el campo, quien se había dedicado puntualmente a la ganadería, dejando de lado la agricultura, los lotes agrícolas estaban muy infestados de malezas. “Fue como comenzar de nuevo porque los lotes había que recuperarlos”, recordó. Por lo que mencionó que tuvo que poner mucho esfuerzo con manejo y tecnología para recuperarlos.
Trabajando en la manga.
Alicia no sólo se dedica a las producciones agrícolas-ganaderas, sino que desde el 2018 comenzó a hacerse cargo de las cosechas del campo y presta servicio a terceros. De su padre heredó dos cosechadoras de algodón, una cosechadora de granos, tres tractores y recientemente compró una plataforma de maíz.
“Con las inundaciones que sufrimos en Semana Santa, perdimos la cosecha. Teníamos una soja espectacular y no me querían cosechar los muchachos porque era Jueves y Viernes Santo. Nos largamos a cosechar el sábado y el domingo llovió un mes entero y nunca más pude entrar a ese lote. Y ahí como mujer pensé cómo puedo depender de otros. Si la máquina es mía. Ahí aprendí a cosechar y ahora no dependo de nadie”, describió con mucha satisfacción.
Realiza las labores de siembra y de cosecha en su campo y a terceros.
“Muchos me critican porque tengo las uñas pintadas y por las zapatillas que uso. ¡Oigan, soy mujer. Puedo hacer todo!”, exclamó.
Magalí Gutierrez – 32 años
Magalí Gutierrez, con 32 años, es otra de las jóvenes que con ideas y liderazgo se ganó su lugar en el sector agropecuario. Es productora pero también está al frente del Sistema Chacras de Aapresid en la región Norpatagónica, que junto a productores líderes, buscan potenciar la producción agrícola.
Nació y se crió en la localidad bonaerense de Bahía Blanca. Viene de una familia de productores agropecuarios, que manejan 1.100 hectáreas propias en el sur bonaerense.
Magalí tiene 32 años y desde 2014 es gerente técnica de la Chacra Valles Irrigados Norpatagónicos (VINPA).
Ya desde muy chica apasionada por el campo, decidió estudiar agronomía en la Universidad Nacional del Sur pero mientras cursaba las materias, se hizo cargo de un campo familiar. Luego, del total de la superficie de la familia, junto con su hermano, también ingeniero agrónomo, le alquilaron 480 hectáreas a su mamá. En ese campo producen trigo y especialidades en rotación, como semillas de vicia. Más adelante, analizó, quieren sumar otro cultivo para producir semilla.
Sin embargo, una vez que se recibió de ingeniera agrónoma, se dio cuenta que no le demandaba tanto tiempo la producción, comenzó a sentir inquietudes por aprender cosas nuevas y salir de su “zona de confort”.
Así, buscando nuevos horizontes para su vida profesional, se enteró que se necesitaba un coordinador para el Programa Sistema Chacras de Aapresid con el fin de trabajar en investigación y desarrollo a campo en la región Norpatagónica.
“Pasé del campo donde produzco, donde casi no llueve, a la región Norpatagónica que tiene un ambiente agroclimático excepcional, con agua de riego de primera calidad, y donde se pueden lograr los mayores niveles de productividad de Argentina”, comparó.
Los comienzos en la provincia de Río Negro no fueron fáciles para Magalí. Una vez que ingresó en 2014 como gerente técnica de la Chacra Valles Irrigados Norpatagónicos (VINPA), se alejó de su ciudad natal y vivió dos años en dicha región. “La zona es muy grande. En cada gira semanal recorría 800 kilómetros entre campo y campo”, describió Magalí cómo fueron sus comienzos en el puesto.
Midiendo los niveles de infiltración del agua al suelo mediante permeámetros
Según recordó, esas recorridas, al principio, lo hacía con un Peugeot 306 que había heredado de su abuelo pero al tener que transitar caminos de ripio, y con el agregado de que no hay señal para comunicarse, sentía mucha adrenalina cada vez que visitaba a un productor. “Una vez me quedé sin combustible luego de perforar el tanque y tuve que caminar 5 kilómetros hasta llegar al campo. Pero en la zona hay tanta buena gente que siempre me esperaban y me asistían”, contó como anécdota, que sin duda la fue forjando como persona y en lo profesional.
Para Magalí, la zona Norpatagónica es nueva y hay mucho por hacer pero advirtió que para que se siga desarrollando se necesita mejor infraestructura y facilidades para los productores.
Cecilia Fermoselle – 27 años
Cecilia Fermoselle es oriunda de Salta y licenciada en Producción Animal, y con sólo 27 años se hizo cargo del manejo del feedlot de su padre (Sergio) con muy buenos resultados.
Su historia es un ejemplo de que las mujeres suelen tener que empujar más. Después de hacer la tesis en una granja de producción porcina, comenzó a mandar curriculum a todos lados. “Estuve siete meses en un campo de ovejas pero me costaba que me vieran trabajando en el campo”, recordó.
En su zona todavía hay muchos potreros que están bien metidos en el monte y en la yunga. Los asesores se van a trabajar dos semanas seguidas a zonas rurales aisladas y en las que todos los peones son hombres. “Algunos hasta estaban preocupados de mandarme ahí”, contó.
Cecilia Fermoselle, que es licenciada en Producción Animal, maneja un feedlot de 1.200 cabezas a 20 kilómetros de la ciudad de Salta.
Lo que ella quería era sumar experiencia para más adelante trabajar en el establecimiento de su padre, que se llama Las Tres Marías y está a 20 kilómetros de la ciudad de Salta, en la ruta que va a Cafayate. Es un campo en el que el negocio fuerte había sido la producción de tabaco y una granja de ponedoras de huevos. Pero a su papá siempre le gustó la ganadería.
Las dificultades para conseguir mano de obra para los lotes con tabaco -un cultivo muy intensivo- los convenció de que había que hacer otra cosa. El problema era que la superficie del campo era limitada, así que el productor empezó de a poco. Primero compró una jaula de terneros, la engordó en un corral y al ver que funcionaba siguió con otro corral y con los años armó un feedlot de 1.200 animales, la capacidad máxima en esta superficie que es de siete hectáreas.
Cuando empezó a trabajar en el feedlot, Cecilia se pasó un mes observando cada uno de los procesos y después sugirió cambios para ganar eficiencia. Ahora su trabajo diario es recorrer todos los días los corrales, supervisar el trabajo del mixero, los comedores, el manejo sanitario y sobre todo encargarse de las ventas.
Los clientes del feedlot no son los grandes frigoríficos sino los matarifes y carniceros de Cerrillos y de las localidades cercanas, que vienen personalmente al campo a elegir la hacienda. Eso hace que las ventas sean bien personales.
“Al principio les costó negociar conmigo pero se acostumbraron. Yo hice algunos cambios. Antes los clientes entraban a los corrales y elegían los animales que querían, lo que complicaba mucho el manejo. Ahora trabajamos en el armado de lotes de hacienda lo más parejos posibles y los dejamos elegir de ese conjunto de animales”, explicó.