2021 con educación presencial


Frente al persistente, inquietante e interminable debate sobre la vuelta a la presencialidad, no puedo evitar exponer mi postura como exalumno, pero también sobre el rol que, a mí criterio, debería tomar la política en esta discusión que parece no tener fin.

Por Santiago Ameijeiras

Durante el 2020 terminé la escuela secundaria en un contexto que no vale la pena describir porque ya todos lo conocemos y hemos escuchado hasta el hartazgo. A mediados de marzo, cuando el presidente Fernández anunció la suspensión de clases presenciales, recuerdo que, con parte de mi grupo, celebramos esta medida sin darnos cuenta de la gran ignorancia que nos sesgaba. Pensábamos que serían dos semanas sin colegio y que rápidamente todo volvería a la normalidad. Quince días más de vacaciones, en sexto año: un golazo de mitad de cancha para cualquier adolescente de 16 o 17 años. De todas maneras, hoy, pensándolo bien, ante tanta incertidumbre en aquel momento, probablemente haya sido una decisión oportuna de parte de nuestras autoridades.

Con el tiempo, fuimos entendiendo el juego de las prórrogas por dos semanas más. Una y otra vez. Así fue como las expectativas que teníamos sobre nuestro último año en la escuela secundaria se fueron deteriorando, y el pesimismo general fue ascendiendo gracias a, entre otros aspectos, la falta de clases presenciales. Esto es un hecho, y nadie puede negarlo. Los que lo vivimos en carne propia, podemos afirmarlo.

La prohibición de ir a la escuela tuvo pésimos resultados que muchísimas organizaciones enumeran. Brevemente, describo los que, a mí criterio, son los más preocupantes: en primer lugar, teniendo como fuente a Claudia Romero, profesora e investigadora de la Universidad Torcuato Di Tella, se acentuó aún más la desigualdad vista desde diferentes puntos de vista: los tiempos con los que cada familia dispuso para dedicárselo a los más pequeños y el capital cultural de cada una; el acompañamiento y capacidad de los padres; los recursos tecnológicos que el estudiante tuvo a disposición; el espacio de trabajo en los diferentes hogares. Las diferentes realidades en esos aspectos, sumados a otros, hicieron que la brecha se profundice en mayor escala.

Por otro lado, hubo un gran abandono en las escuelas. Según el Ministerio de Educación de la Nación, hubo, al menos, un millón y medio de alumnos que perdieron el vínculo con sus instituciones. Es un dato preocupante, pero más nos debemos preocupar aún en la solución a esa problemática. ¿Cuántos se reincorporarán durante este año?

Además, quienes tuvieron la oportunidad de continuar con la Educación a distancia, no lograron abordar los contenidos esperados normalmente y varios de los temas que llegaron a dictarse, no fueron tratados con la calidad que ameritan. Es decir, hubo una pérdida de conocimientos.

Como se mencionó anteriormente, estos tres son algunos de los resultados que deja la suspensión de clases presenciales en aspectos generales. En cuanto al ámbito local, en calidad de presidente del centro de estudiantes de mi institución, tuve la oportunidad de reunirme con mis pares de todas las escuelas del distrito de Rivadavia para hablar sobre este tema.

Absolutamente todos coincidimos en que esos resultados se veían reflejados en nuestras instituciones. No tenemos que ver esos datos como información ajena a nuestra comunidad. Las estadísticas están más cerca de lo que creemos.

En esos encuentros sobre la situación local, compartimos posturas bien definidas sobre lo que ocurría en nuestras escuelas: pérdida de interés y motivación para aprender, dificultades para adquirir conocimientos, falta de exigencia frente a la ausencia de calificaciones, falta de recursos que impedían el acceso a la educación, notable deserción, entre otras cosas. Detallo estos puntos con el objetivo de que abramos los ojos y miremos la realidad que tenemos a pocos metros de nuestras casas.

Acostumbramos a que estos datos siempre se basen en las grandes ciudades. Esto no es una cuestión de las importantes urbes ni mucho menos. Esto ocurre en todo el país y como sociedad debemos ponerlo en agenda.

Hoy, concluyo en que la virtualidad fue una buena herramienta rápida y práctica para utilizar ante la urgencia en las primeras semanas de pandemia, pero claramente no un recurso a explotar durante todo un año, una conclusión que, creo, la mayoría compartimos. Lamentablemente, la virtualidad del 2020 fue incomparable a la presencialidad cotidiana. Y utilizo la palabra “lamentablemente” porque realmente lo lamento en lo más profundo. Fui testigo del enorme esfuerzo de toda la comunidad educativa y me hubiera encantado que todo ese esfuerzo traiga resultados mucho mejores. Fui testigo del trabajo que, día a día, gran parte de los docentes realizaba con mucha dedicación, además de la intención y actitud positiva de los directivos buscando formas cada vez mejores de sobrellevar exitosamente la continuidad pedagógica.

Habiendo hecho un breve resumen de lo que fue un año sin clases presenciales desde el punto de vista del alumno, ahora me pregunto ¿qué rol tuvo, tiene y debe tener la política en este tema? No podemos obviar que la política es el ámbito donde se toman las decisiones.

En los poderes centrales, claramente el regreso a las aulas nunca fue un tema prioritario. La pandemia es la misma desde marzo del 2020 y, sin embargo, al día de la fecha los funcionarios nacionales y provinciales siguen buscando y pensando protocolos. Me parece una ingenuidad creer que esto es realmente así, pero supongamos que en verdad lo es: ¿en serio es tanta la inutilidad y la poca eficiencia que poseen para gestionar? La realidad es que en ningún momento hubo voluntad política de llevar a cabo acuerdos y acciones que aseguraran la presencialidad que, como vimos anteriormente, es necesaria para que la Educación, es decir el futuro, no se siga derrumbando.

No podemos seguir repitiendo que “las condiciones no están dadas”. Se tienen que encontrar alternativas para que el regreso a clases sea seguro, pero sin negaciones rotundas que impiden llegar a acuerdos. Si no es así, vamos a seguir en la misma discusión estúpida durante meses mientras el nivel educativo se deteriora cada vez más. Es imperdonable que sigamos sentados esperando la llegada de un ser omnipotente que nos solucione el problema construyendo escuelas gigantescas con salones que puedan albergar a treinta personas separadas a dos metros de distancia cada una, o que traiga millones de vacunas para que todos estemos vacunados en cuestión de días. Debemos buscar nuevas alternativas: espacios de trabajo al aire libre en lugares públicos, turnos de asistencia u otras maneras de volver al contacto entre estudiantes y con el docente. La mayoría de los países lo ha logrado de distintas formas, ¡dejen de perder el tiempo y tomen la más viable en nuestro territorio!

En el ámbito local, desde septiembre pasado que el oficialismo viene presentando proyectos relacionados al tema aprobándolos sin el acompañamiento de la oposición en la gran mayoría de los casos. ¿Esto es lo que pide y necesita la sociedad?

En el Concejo Deliberante, también es necesario el debate serio. En la última sesión pública llevada a cabo en el día de ayer, jueves, el bloque de Rivadavia Primero presentó un proyecto de ordenanza adhiriendo a una propuesta realizada en el Senado de establecer como esencial a la Educación. La oposición no acompañó el proyecto, teniendo como argumento que la declaración de la Educación como una materia esencial es un oportunismo político de Juntos por el Cambio, y que, en cambio, el espacio al que ellos representan sí se preocupa realmente por este tema.

Recordemos que Juntos por el Cambio viene insistiendo en esta materia desde hace meses, mientras que el Frente de Todos era ferviente militante de no abrir las aulas hasta hace quince días. Sabían que si seguían con esa postura perderían puntos políticos, ya que la sociedad viene pidiendo a gritos la vuelta de a presencialidad, por lo que de un día para el otro cambiaron rotundamente su discurso. ¿El oportunismo político de qué lado está? Otra discusión de la cual no vale la pena hablar.

Volviendo al no acompañamiento del proyecto de ordenanza: como sustento de esta posición opuesta al oficialismo local, enumeraron una serie de iniciativas de los gobiernos provincial y nacional actuales que, supuestamente, demostraban cómo Axel y Alberto ponen a la Educación como eje central. Cabe aclarar que dentro de esas medidas tan destacadas y “pro-educación”, se nombraron los nefastos programas emitidos por PakaPaka y los reprochables cuadernillos entregados a principios del 2020.

Ambos recursos tenían el objetivo de que los niños se eduquen desde sus casas. No sólo los dos métodos poseían contenidos adoctrinadores, sino también en el medio televisivo se “enseñaba” a escribir con “profesores” que cometían faltas de ortografías imperdonables. Continuando con los argumentos, los concejales describieron a su manera la gestión nacional y provincial de Cambiemos, lo cual encaminó el debate hacia una discusión sin fin que duró casi tres horas en la cual se habló hasta de la gestión en Educación del ex gobernador peronista, Carlos Ruckauf, allá por 1989.

La sociedad de Rivadavia no necesita ese tipo de discusiones. Argumentos como los que se expusieron en la sesión de ayer en temas tan delicados como este no pueden dividir de tal manera a un cuerpo deliberativo y, consecuentemente, a la comunidad. Estoy convencido de que todos coinciden en que la Educación es esencial, pero las diferencias partidarias siguen siendo más fuertes.

El debate sobre el pasado es muy necesario para no volver a cometer los mismos errores. Pero hoy la sociedad pide otra cosa, se necesitan soluciones urgentes. No podemos caer en discusiones del pasado que no conducen a nada o hablar todo el tiempo de la gestión Macri, como lo hace el espacio del gobierno nacional y provincial en cada una de sus intervenciones.

También ese sector ha creado una falsa dicotomía con un relato mediante el que exponen la existencia de actores que se niegan a que el año pasado hubo clases enfrentándolos a otro grupo de personas que defienden al sistema empleado y al personal de educación. Esto no es verdad, no ocurre en lo más mínimo. Nadie se opone a la postura de que gran parte de los docentes, directivos y comunidad educativa hicieron un enorme esfuerzo e intentaron con mucha dedicación que todo salga de la mejor manera posible.

Lamentablemente todo ese trabajo no fue suficiente para evitar los resultados expuestos anteriormente y por eso buscamos dar un paso más. Quedó demostrado que para mantener el vínculo con un profesor no alcanza con “un mensajito de WhatsApp o una cartita”, como textualmente se dijo en la sesión del Concejo Deliberante del día de ayer.

La ciudadanía no demanda debates vacíos. En todos los temas, pero en este principalmente, necesitamos a la política actuando de manera seria y responsable. Sobre todo en comunidades como la nuestra, necesitamos una sociedad unida sin chicanas políticas de por medio, con buena voluntad para acordar y sin grietas en estas temáticas. Todos queremos tener un 2021 presencial en las aulas o donde sea.

En agosto del año pasado, junto a muchísimas personas más, comenzamos a poner el tema en debate. Tuve la suerte de poder seguir manteniendo un “vínculo” con mi institución, profesores y compañeros desde marzo a diciembre, pero soy consciente de que, como lo escribí anteriormente, no todos tuvieron esa oportunidad. Como alumno, fui víctima de decisiones incoherentes que convirtieron al 2020 en un año para el olvido y no me gustaría que otros estudiantes pasen innecesariamente por lo mismo. Es por eso que hoy desde mi rol como ex alumno sigo insistiendo en que las clases tienen que ser presenciales.


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