Opinión. Hambre de divisas, exportación de granos y las enseñanzas de la India


El doctor Norman Borlaug fue el Premio Nobel de la paz 1970. Él es considerado el padre de la Revolución Verde que salvó millones de personas del hambre, sepultando con nuevas tecnologías la teoría malthusiana. También es recordado por el desarrollo de trigos enanos de alta productividad, y el mejoramiento constante en la resistencia y tolerancia a royas. Él y sus programas fueron un antes y después en la historia de la agricultura universal.

En la India, a mediados de la década de los años 60, el equipo de Borlaug ya había logrado variedades de trigo adaptados a la situación local, con un salto discreto en productividad nunca visto. Él estaba convencido que, si India adoptaba su paquete tecnológico, iban a poder terminar con las hambrunas que azotaban al país. Las evidencias, estaban a la vista en todos los ensayos que venía haciendo en diferentes regiones productivas. ¡La solución estaba al alcance de la mano!

Pero las grandes trabas que encontró Borlaug y su equipo no fueron técnicas, sino fueron las políticas públicas, que, a pesar de ser bien intencionadas, frenaban la enorme posible expansión de la agricultura india.

Frustrado, ya que su proyecto no podía avanzar, en un discurso en una fábrica de tractores en Nueva Delhi, con el énfasis que lo caracterizaba, dijo: “Quisiera ser un miembro del parlamento indio, y poder gritar que lo que la India necesita es fertilizantes, fertilizantes, fertilizantes, crédito, crédito, crédito y precios justos, precios justos, precios justos”.

Mencionaba “Precios justos” ya que la India mantenía una política artificial de bajos precios regulados de los alimentos durante décadas, y a los agricultores les llegaba la mitad del precio internacional, y con esos valores la tecnología era inaccesible. Por otro lado, a las autoridades no les convencía el hecho de tener que importar bienes como lo eran los fertilizantes.

Norman Borlaug sabía que la solución no podía ser solo técnica y agronómica, faltaba la política pública adecuada en el mismo sentido. Finalmente convenció a las autoridades indias y, producto de las nuevas medidas sumadas a las nuevas tecnologías, en menos de una década, la India pasó de recibir ayuda humanitaria externa, a autoabastecerse de granos en 1974. Así dio un gran paso en la lucha contra el hambre.

El milagro tecnológico nunca hubiese sido posible sin el milagro de hacer entender que el proteccionismo era parte de la causa del hambre. Y que la solución era técnica y también política.

En muchos aspectos, hay que reconocer, la situación en la India en 1965 y la Argentina de hoy, tienen al menos algunas similitudes. No cabe la menor duda de que Argentina está empezando a transitar un camino inverso al que marcaba Norman Borlaug, y las políticas que la India tomó desde fines de los años sesenta para solucionar el problema de subalimentación de su población.

La Argentina hoy tiene hambre. Sin dudas hambre de divisas, y no tiene muchas maneras de lograr que ingresen esas divisas de manera rápida. Hoy somos un país estéril, por una sequía en inversión e ingreso de dólares. La exportación de granos es la solución número uno para revertir la situación, más aún en las actuales condiciones de subas de precios internacionales. ¡La suerte nos vuelve a sonreír, pero a la suerte hay que ayudarla!

Tenemos la fortuna, que, para el sistema argentino productivo, es poco lo hay que importar en comparación a lo que se exporta en cereales y oleaginosas. Necesitamos maquinaria, tecnología, fitosanitarios y fertilizantes. Con las últimas medidas del Banco Central, salvo los fertilizantes y fitosanitarios, el resto de los insumos tecnológicos importados para poder producir son considerados “suntuarios”. Y nadie asegura que con el mismo criterio que se considera una cosechadora “suntuaria”, se puede considerar a los fertilizantes y fitosanitarios también. No nos sorprendería que se vuelva a morder a la mano que da de comer en la Argentina.

La manera más rápida y eficiente de lograr el ingreso de divisas es vía la exportación de granos. Y, por otra parte, la mejor manera de encarecer los alimentos en el mercado interno es controlando precios, desdoblando el tipo de cambio y restringiendo exportaciones. De esa manera se crea escasez de alimentos de manera artificial. Todo visto, conocido y probado en territorio nacional. Una y otra vez.

Técnicos argentinos trabajando en Àfrica en la producción de alimentosTécnicos argentinos trabajando en Àfrica en la producción de alimentos

La Argentina está transitando desde 2020 el camino de una revolución verde a la inversa. Lo más triste es que las tecnologías las tenemos, como así también a los agricultores y técnicos que las saben aplicar. Con la misma frustración que tuvo el Dr Borlaug a mediados de los años 60 miles de productores argentinos saben que con una política adecuada se puede lograr una “revolución de ingreso de divisas”.

Muchas veces, como lo fue en la India, la solución es contraintuitiva para quienes tienen una visión proteccionista. Liberar el mercado y liberar las tecnologías, ambas juntas, conducen a un camino virtuoso. Pero una sin la otra, no funciona, se termina neutralizando el esfuerzo tecnológico, aunque las condiciones externas sean las mejores.

Hoy los productores argentinos gritan: “La Argentina necesita, exportar, exportar y exportar, importar, importar e importar, y generar confianza, confianza y confianza”. Lo demás llegara, ya que el sector privado argentino lo sabe hacer.

El autor es productor agropecuario

Por: Santiago del Solar


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