Mendoza es, sin lugar a dudas, la capital argentina del vino. Cuando se menciona Mendoza en el Cono Sur, es como si se dijera Rioja en España, Bordeaux en Francia o Napa Valley en California. En Mendoza la cultura gira en torno al vino. Hay miles de hectáreas de viñedos, bodegas de diseño donde se han empleado fondo los mejores arquitectos vinos espectaculares con uvas malbec, cabernet sauvignon o pinot noir.
Se trata, además, de los viñedos más bellos del mundo. Mendoza era un desierto que se convirtió en un oasis para el cultivo de la uva. Además, está al pie de una colosal barrera de piedra y nieves eternas: los Andes. La imagen es de una planicie cultivada con mimo y contrasta con el telón de fondo de los cerros andinos de seis metros de altura. Será un horizonte de los que jamás se olvidan. Si entre paseo y bodega quieres relajarte un rato en tu hotel, échale un vistazo a los mejores casinos en línea a los que jugar mientras descansas.
El origen de los viñedos en Mendoza
La vid llegó a Mendoza de mano de las órdenes religiosas españolas, que necesitaban vino para las misas. Hasta hace poco menos de 15 años, el vino que se producía en esta zona del oeste de Argentina era de baja calidad; se elegía la cantidad por encima de lo bueno que pudiera ser el vino. Se le agregaba azúcar y se vendía en su mayoría para el mercado nacional en damajuanas, las famosas garrafas de vidrio.
Todo cambió cuando hace una década y media, nuevos empresarios llevaros a enólogos a la zona y decidieron que ya era hora de dignificar la uva local, la variedad conocida como malbec, y empezar a producir vinos de calidad que se pudieran exportar. A día de hoy, son más de 100 las bodegas que ofrecen visitas turísticas en la región de Mendoza. Tres de ellas se clasifican entre las mejores del país.
Las mejores bodegas de Mendoza
Las bodegas Norton tienen una bella historia de amor. El joven ingeniero inglés Edmund James Norton llegó a mediados del siglo XIX a Mendoza con el objetivo de trabajar en la construcción de la línea de ferrocarril entre Buenos Aires y Valparaíso, en Chile. A su llegada se enamoró de Juana Suárez, la hija menor de un terrateniente de Mendoza, con la que se acabó casando. El señor Norton, padre de Edmund James, montó en cólera cuando se enteró de que su hijo se había casado con una criolla sudamericana y le puso una disyuntiva sobre la mesa: o volvía inmediatamente a Londres sin ella, o sería desheredado. Obviamente, Norton eligió el amor por encima de la Inglaterra victoriana y se quedó en Mendoza con su querida Juana. De ahí surgió la idea de montar esta bodega. Años después la compró la familia austriaca Swarovski y sigue siendo una de las mejores y más antiguas de Mendoza.
Las bodegas Trapiche respetan la arquitectura tradicional. Es también una de las bodegas más antiguas y tiene unas instalaciones increíbles en las que se ha respetado el edificio original de principios de siglo XX, hecho con mampostería de ladrillo. Sus vinos se han hecho muy populares en China: el Trapiche Malbec 2009 ha sabido conquistar el corazón de los consumidores de overol llevar, y suele tener buenos y constantes precios.
La bodega con un lujo sin medida es, sin duda, Clos de los Siete. Siete multimillonarios franceses, entre los que se cuenta la baronesa Nadine de Rothschild y el fabricante de los aviones Mirage, se unieron al enólogo Michel Rolland para crear una finca común en la que cada uno tiene una bodega, a cuál más premium que la anterior. Tienen arquitectura de vanguardia, ofrecen catas entre barricas centenarias, y actividades tradicionales como paseos en caballo por la finca o incluso la práctica de yoga entre los viñedos. Si eres un amante de la buena vida no tienes excusa para ir.
Dentro de Clos de los Siete destaca la bodega de Diaman Andes. En ella se encuentra también la casa particular de los dueños, la familia Bonnie, que llegó a invertir 15 millones de dólares en el proyecto de construcción. Pero en esa casa solo viven durante, aproximadamente, cuatro semanas al año. Por supuesto, pasan más tiempo en las otras casas y viñedos que tienen repartidos por el mundo.
Una tradición que ha cambiado cantidad por calidad
No se puede hablar de Mendoza sin hablar, necesariamente, del vino argentino. La provincia se ha moldeado a la sombra de los viñedos, con sus rutas y caminos rebosantes de uva en verano, de colores ocre en otoño. En definitiva, de plantas desnudas enfrentando inviernos muy duros. A día de hoy, la provincia produce más del 70 % del vino de todo el país, y cuenta ya con unas 900 bodegas que se extienden por toda la zona, desde San Rafael hasta el Valle de Uco, desde Luján de Cuyo hasta Maipú, al este mendocino.
En los últimos años ha conseguido que no se trate tan solo de cantidad, sino, y cada vez más, de calidad y variedad. Los críticos y catadores de vinos opinan que Mendoza tiene múltiples sitios, tiene suelos y altitudes distintas que hacen que sea una tierra única que proporciona las condiciones para producir estilos y calidades que van mucho más allá del estereotipo.