En un mundo en crecimiento se necesitan mensajes claros


Mensajes claros se buscan. Bien podría ser un título de un antiguo aviso clasificado de esos que llenaban las páginas de los diarios. En el caso de la producción agropecuaria son esenciales para construir confianza y aprovechar las oportunidades que el mundo está ofreciendo hoy.

Lo plantean en la cadena triguera. “Necesitamos tener un mensaje claro de parte del Gobierno”, dijo el director ejecutivo de la Federación de Acopiadores, Raúl Dente, antes de las jornadas A todo Trigo, que se realizarán esta semana. “Si bien hay buenas perspectivas desde el punto de vista productivo, tecnológico, de los mercados y de las condiciones climáticas; la pregunta es si el clima político-institucional va a acompañar con reglas de juego claras que no generen incertidumbre”, expresó. La referencia no es casual: un ala del Gobierno impulsa el aumento de los derechos de exportación y la reimplantación de más mecanismos de control sobre los precios de los granos en respuesta a la suba de las cotizaciones internacionales de las commodities. La vocera más conocida de este sector es la secretaria de Comercio, Paula Español, quien viene expresando públicamente esa intención. En la Casa Rosada, en cambio, dicen que esa posibilidad no está sobre la mesa. El gobierno es uno solo, pero los mensajes confunden.

Ya con el trigo hay sobradas razones para creer que la intervención ya comenzó. La exportación prácticamente está retirada del mercado y las declaraciones juradas de embarques están cerca del ciento por ciento de lo que se considera como volumen exportable. ¿Habrá competencia o funcionará un congelamiento de hecho?

Todas las proyecciones coinciden en que el área triguera se mantendrá en los niveles de la campaña pasada o incluso será superior. Esto es una muestra de confianza por parte de la producción. Si en el Gobierno la interpretan correctamente, lo peor que podrían hacer es traicionarla .

En todo caso, ya se sabe lo que hay que hacer para mejorar las condiciones a la molinería: bajar impuestos, no fijar precios máximos a la harina y respaldarla financieramente para que pueda hacer compras en los mercados de futuros.

Otro ejemplo de que, a pesar de los mensajes confusos hay confianza por parte de la producción, se vio reflejado en la encuesta AgBarometer del Centro de Agronegocios y Alimentos de la Universidad Austral. Este índice, que justamente mide la confianza de la producción, alcanzó 90 puntos en marzo, un crecimiento de 13,9% respecto de la anterior medición, de enero pasado. “Los buenos precios internacionales y las expectativas de rentabilidad superiores a la campaña anterior explican una nueva mejora en la confianza de los productores a pesar de la incertidumbre política”, sostiene el informe. “Una buena parte de los resultados económicos positivos se volcará a inversiones en activos fijos. Más de la mitad de los productores espera invertir lo mismo o más que el año pasado”, añade.

Hay que detenerse un momento para ver hacia dónde gira el mundo. Esto es lo que hicieron en la Fundación Producir Conservando en la jornada que realizaron anteayer. El economista Juan Llach citó una frase de Henry Kissinger, el legendario exsecretario de Estado norteamericano. “El eje económico del mundo se va a trasladar del Atlántico al Pacífico”, había dicho. Esta cuasi profecía se cumplió. El propio Llach explicó que Asia tarda 11 años en duplicar su PBI per cápita. Eso significa que su población mejora en su nivel de vida y come mejor. Ya no es solo China, también están Indonesia, Malasia y Vietnam, entre otros países. “Adoptaron políticas de mercado con baja inflación y reducido déficit fiscal”, recordó Llach. (Dato aparte: la Argentina tarda 60 años en duplicar su PBI per cápita).

En el mismo seminario, el analista Gustavo López, explicó el impacto que tiene el crecimiento de esos países sobre la producción argentina: hace 30 años el principal destino de las exportaciones de maíz argentino era Europa, hoy, en cambio, es Asia, con 34 por ciento. Además, si la Argentina quisiera agregarle elaboración al cereal en un escalón más, hay un potencial enorme para hacerlo en la producción porcina. “Podríamos duplicar la producción de carne de cerdo en pocos años de las 700.000 toneladas actuales”, dijo Ignacio Lartirigoyen en ese mismo encuentro. Eso sí, el Gobierno debería corregir las distorsiones impositivas que pesan sobre la cadena como la recuperación del IVA en las inversiones. Con poco, sin subsidios ni apoyos extra, la cadena porcina podría lograr otro salto de expansión.

Más que soñar con prohibiciones, cierres, cupos u otras alquimias, el Gobierno tiene la oportunidad de aprovechar al prácticamente único sector de la economía que puede generar las divisas imprescindibles para crecer y dejarlo trabajar.

Por Cristian Mira
Fuente: La Nación

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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